Homily of Cardinal Justin Rigali
Mass during the Archdiocesan Encuentro
for Hispanic Youth and Young Adults
Saint William Church
February 11, 2006
Mis queridos amigos en Cristo,
Estoy muy contento de tener esta oportunidad de reunirme con ustedes y celebrar esta liturgia la cual cierra el Encuentro Diocesano de Jóvenes Hispanos.
En las últimas semanas ustedes han trabajado bastante asistiendo a talleres enfocados en el proceso del Encuentro: conversión, comunión, solidaridad y misión; su participación ha sido muy valiosa, y yo les doy las gracias por trabajar en este proceso tan importante. Han trabajado juntos para identificar modelos de ministerio que respondan a las necesidades de los jóvenes y jóvenes adultos en nuestra arquidiócesis de Filadelfia.
Es importante también reflexionar no sólo en las necesidades, sino además en las aspiraciones y contribuciones que nuestros jóvenes traen a la Iglesia y a la sociedad; son muchos los retos que enfrentan ustedes hoy día en este mundo tan complejo. Por eso este proceso del Encuentro invita a todos los jóvenes hispanos a una experiencia evangelizadora, a un encuentro con Jesucristo vivo. Y es el mismo Jesús que les pide remar mar adentro y echar las redes (Duc in altum), « ...los discípulos habiéndolo hecho, recogieron una cantidad enorme de peces»(Lc 5:6).
Durante estas últimas semanas ustedes han sido invitados a pasar un tiempo de reflexión y unión con el Maestro Jesús. Ustedes han conversado y orado junto al Señor, han tenido ‘experiencia’ de Jesús vivo. A su vez han tenido la oportunidad no sólo de tener experiencia de Jesús, sino también de compartir esa experiencia juntos como comunidad de fe. Esa experiencia de Jesús vivo que ustedes han tenido y tienen cada día, no es algo que todos los jóvenes hispanos han tenido. Por eso es necesario que, al igual que los discípulos, vayan y se lo comuniquen a los demás. Hay muchos jóvenes hispanos que necesitan recibir el mensaje de Jesús a través de ustedes. Hay muchos jóvenes que no participan activamente de las actividades de la Iglesia y necesitan ser invitados nuevamente al encuentro con Jesús. Ese es uno de los objetivos de este Encuentro, el que ustedes habiendo experimentado al Señor salgan a comunicarlo, que vayan invitando a los demás jóvenes de su edad a que ‘vengan y vean’. Ustedes son los mensajeros de lo que han aprendido, ustedes son la voz de Jesús entre las personas que los rodean; comuniquen lo que han aprendido a los demás. ¡Comuniquen a Jesús!
Ustedes han tenido una experiencia de Jesús, y ésta es el inicio de la vida cristiana. Han sido llamados al camino de conversión. La vida cristiana es un camino de fe, de aprendizaje, de constante conversión en un plano personal, buscando conocer a Jesús de modo más cercano y profundo. El camino de fe no es solo la experiencia primera, sino una continua comunicación con Jesús y sobre todo el vivir en continuo testimonio frente a la comunidad cristiana, testimonio de nuestra experiencia con el Señor. Ustedes están llamados a ser discípulos. Ser discípulo se traduce en ser ‘testigo’ de que Jesús vive frente a la comunidad a la que pertenecemos. Ser testigos de la resurrección en el mundo moderno es llevar el mensaje cristiano a cada rincón del mundo y hacer que la verdad del Evangelio ilumine todos los aspectos de la cultura moderna. Esto se conoce como evangelización de la cultura. Cada cultura, con su riqueza y diversidad, puede ser iluminada con la verdad del mensaje cristiano.
Uno de los objetivos del Encuentro es ‘fortalecer una visión de Iglesia como una comunidad de comunidades, donde la diversidad es vista como un don de Dios y donde se promueve su unidad como un solo cuerpo de Cristo’(Manual del Encuentro). La Iglesia, lugar de encuentro con Jesucristo vivo, no es simplemente una estructura. En su ser más profundo ella «constituye un sacramento de comunión y de participación». La Iglesia es comunidad de acogida, que acompaña en el camino de seguimiento a Jesús y en el camino de servicio al mundo. A imitación del Buen Pastor, la Iglesia sale al encuentro de las personas y acoge a todos con misericordia. Por eso la Iglesia local debe ser el espacio donde cada uno de ustedes, jóvenes hispanos, pueda nutrir su fe, encontrar amigos y descubrir el sentido de su vida. Busquen y edifiquen en sus parroquias un ambiente necesario para crecer y vivir el desafío de ser seguidores de Jesús y vivir la espiritualidad de la comunión.
Ustedes han reflexionado en estos talleres sobre la solidaridad; pienso que la solidaridad nos urge hoy más que nunca con una exigencia especial. En muchos sectores de nuestra sociedad hay exactamente lo contrario a lo que debe ser la solidaridad humana: el no sentir como propio los problemas y carencias de una gran mayoría empobrecida de nuestros hermanos y la falta de interés, de los unos por los otros, llegando hasta situaciones alarmantes de exclusión. La enseñanza de San Juan es verdaderamente profunda: «Quien no ama a su hermano que ve no puede amar a Dios a quien no ve». Si decimos amar a Dios, es necesario que tengamos y crezcamos en nuestro espíritu solidario especialmente con aquellos que más lo necesitan. Los necesitados del mundo moderno no son sólo los que padecen hambre o sufren pobreza, sino también aquellos que se sienten solos, abandonados; aquellos que sufren injusticias de cualquier tipo, que son sacudidos por leyes injustas o sufren discriminación, o no se les respetan sus derechos básicos como personas. Sobe todo, los mas necesitados del mundo son los que no conocen a Dios, los que no experimentan la verdad liberadora de Cristo, y los que no conocen su amor. La solidaridad es entonces una urgencia en el mensaje cristiano. Si verdaderamente amamos a Dios, eso nos tiene que mover a trabajar por la promoción de la justicia y la paz en el mundo—la justicia y la paz de Cristo.
Mis queridos amigos, al final de este proceso Jesús envía a cada uno de ustedes a esta misión. «Naveguen mar adentro —dice Jesús a sus discípulos— echen sus redes». La Iglesia ve en este mandato de Jesús un llamado a la misión. Les dice Jesús a cada uno de ustedes, ‘... echen sus redes’. Cada uno de ustedes se ha convertido en un misionero, en un discípulo de Jesús, porque ha recibido un bien que no debe retener en la intimidad. Lo que han visto y oído reclama que lo transmitan a quienes quieran escuchar. Ustedes se han convertido en Iglesia de Jesús y la Iglesia existe para evangelizar; tiene como centro de su misión convocar a todos los hombres al encuentro con Jesucristo.
El mandato misionero de Jesús: «Naveguen mar adentro... echen las redes», los introduce en el mundo moderno invitándolos a tener el mismo entusiasmo que los cristianos de los primero siglos. Para ello cuentan con la fuerza del Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que hoy los impulsa a partir animados por la esperanza.
Este Encuentro, como toda experiencia de gracia, ha cumplido la función de dar nuevas fuerzas para recorrer el camino que les espera. Convertirse, es también renunciar a cierta comodidad. Hay un nuevo camino que emprender, colmados de una esperanza que no defrauda; no vale la pena demorar la partida. ¡Vayan, naveguen mar adentro y echen las redes! El Evangelio de Jesús ofrece el mensaje que se necesita escuchar para alcanzar una vida mejor. «Naveguen mar adentro» nutridos por la Palabra de Dios, perdonados en el sacramento de la Confesión, y reconfortados en el banquete de la Eucaristía.
Queridos hermanos y hermanas, que Jesús resucitado, el cual nos acompaña en nuestro camino, los encuentre vigilantes y preparados para descubrirlo y correr hacia nuestros hermanos llevándoles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor! (Jn 20:25).
A ustedes, que han acompañado a estos jóvenes y jóvenes adultos durante este proceso de Encuentro, les doy muchísimas gracias por su apoyo y les pido que continúen caminando con ellos. Los jóvenes son una parte muy importante de la mística que ha de impulsar la acción evangelizadora de la Iglesia. ¡Vamos a ayudarles a conservar el fervor espiritual que han recibido durante estas últimas semanas, para que ellos no pierdan nunca su entusíasmo de comunicar a Cristo a los demás.
¡Dios les bendiga a todos!